Savages firmaron el año pasado uno de los mejores debuts de los últimos tiempos. Post punk tintado de oscuridad y referencias exquisitas (Siouxsie and the Banshees, Joy Division o PJ Harvey), su única debilidad era cierta tendencia a la pretensión, ya fuera en la estética o en las letras. Ayer en Madrid en la Sala Shôko confirmaron todas sus virtudes y alguno de sus defectos. Nada más entrar en la sala, nos sorprendían unos carteles en los que pedían apagar los teléfonos y no hacer fotos durante el concierto para favorecer la “total inmersión personal”. Como soy de colegio de curas y obediente por naturaleza, hice las fotos de rigor que ilustran esta crónica, guardé la cámara y me dispuse a bucear en mi silencio interior.
Encontré alguna dificultad porque, con el pobre volumen al que tocaban las británicas y la sala sobrepasada de aforo, era fácil distraerse. Lo seguí intentando con ahínco, y poco a poco, la energía de una sección rítmica desatada y la crudeza de la actitud de Jehnny Beth, consiguieron que me zambullera en la densidad de “She Will” o “Husbands”. Sin embargo, las interrupciones continuas en el desarrollo del setlist, y el abuso de los medios tiempos me devolvieron pronto a la realidad. Por mucho que se empeñe Geoff Barrow, a Jehnny y a las canciones de Savages, aún les queda recorrido para llegar al carisma de Siouxsie Sioux y al lirismo oscuro de Ian Curtis.
Veremos lo que nos depara su segundo disco, que comenzarán a grabar en abril, cuando terminen la gira. De momento me quedo con más ganas de escucharlas en casa, que de volver a verlas en directo.
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Escrito por Iñaki Espejo-Saavedra el 21 February, 2014
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