Primera jornada de una de las ediciones más díficiles de El Día de la Música, ya que Heineken, el patrocinador principal, como ya hizo en el FIB, ha retirado buena parte de su apoyo y en consecuencia, el precio de las entradas ha pasado de 24 a 66 euros. Afortunadamente, el cartel merece la pena lo suficiente para que prácticamente no se note descenso de público y eso que es un festival que siempre juega en desventaja. Dado a su ubicación urbana, no tiene licencia para programar más allá de la 1, por lo que no hay djs, así que el público viene exclusivamente a ver conciertos, y se pierde el habitual poder de convocatoria que suele tener la zapatilla nocturna.
Otra desventaja del horario, es que hay que empezar a primera hora de la tarde, así que los conciertos al are libre más tempranos suelen convertirse en competiciones para encontrar una sombra en la que cobijarse del sahariano sol madrileño. Este año por lo menos las instalaciones del Matadero han mejorado bastante y una de las barras está cubierta por una lona y se han doblado las zonas de sombra y los ventiladores con agua.
Por lo demás, la oferta de comida no es maravillosa pero es más que suficiente, teniendo en cuenta que en cualquier momento puedes salir a Madrid o esperar para cenar en casa, las barras funcionan como un tiro y no se ven demasiadas colas en los baños. Todos los escenarios (salvo el Spotify que es infernal), suenan de lujo y en general se puede llegar a primera fila sin demasiados agobios. Veremos hoy con Love of Lesbian. ¿Serán capaces de abarrotar el Matadero como Vetusta Morla el año pasado? Me temo que aún están un peldaño por debajo en cuanto a popularidad.
¿Y los conciertos? En general bien. Pegasvs presentaron su disco en recinto cerrado, un espacio más oportuno para su música que los escenarios al aire libre, y consiguieron que, aún siendo las 6 de la tarde, bastante moderno madrileño de gafa de sol para interiores se atreviera a bailar. Curiosa la distribución de Sergio y Luciana sobre el escenario, a pesar de colocarse uno enfrente del otro, practicamente ni se miran por no levantar la vista de los Korgs. Como ya dije con motivo del Primavera, sigo interesadísimo en escuchar “El final de la noche” a eso de las 3 AM.
A St. Vicent le tocó el escenario complejo en cuanto a sonorización, pero salío ilesa de la prueba e incluso con nota. Al programador de El Día de la Música hay que reconocerle coherencia y agradecerle alguna debilidad compartida como la de las mujeres con guitarra, carácter y canciones. Si en 2011 ese papel lo asumió Anna Calvi, este año ha sido el turno de Annie Clark y su soberbia mezcla de preciosismo y emotividad desbordante. St. Vicent repasó el aclamado Strange Mercy, jugando siempre con un delicado equilibrio entre el detalle y el clímax.
Mientras, al sol estaba nada más y nada menos que Lee Fields recién llegado del Azkena. Una de esas leyendas del soul desconocidas (al menos para buena parte del público), que ha trabajado con Kool & the Gang o Little Royal. Acompañado por una banda a la altura de su historial, The Expressions, Lee dío una lección de soul y rythm & blues con maravillas con “My World”.
Twin Shadow tenía la complicada tarea de trasladar al directo el detallismo de su discos, pop teñido de new wave de cuidadísima producción. George Lewis Jr. lo consiguió a medias porque no sonó con la brillantez que puede alcanzar su música, pero fue suficiente para reconocer bastante razón a quienes ven a un genio en este portoriqueño afincado en Williamsburg.
Azealia Banks llegaba al Día de la Músisca con la etiqueta de “the next big thing” de la electrónica mestiza. Comparada con M.I.A, creo que la de Harlem pierde con en el contraste. Mientras la británica destaca por la complejidad y el compromiso, Azealia exhibe únicamente sensualidad y potencia destilada a través de un techno bastante denso y una estructura clásica del hip hop (dj y ella rapeando). Divertida pero vacía. Eso sí, desde la primera canción y eso que eran las 20:00, 15.000 personas bailando sin parar.
Con los pies calientes nos fuimos a Mendetz, y aquello ya fue el acabose. Escenario cerrado, technazo y la gente dándolo todo. Me fui sin haber oído los hits, pero ni falta que hacía, allí se bailaban hasta las baladas. Por cierto, de camino estuvimos un rato en James Blake, del que huimos antes de que quedarnos dormidos.
Que bien Tindersticks en el escenario “Auditori” (por cierto, también patrocinado por Rockdeluxe como en el Primavera), que sin embargo fue en mi opinión infrautilizado para el tipo de conciertos que pudimos ver durante este Día de la Música. Fue una pena que el concierto de Stuart A. Staples y los suyos se retrasara de las 19 inicialmente previstas a las 21, en pleno fervor post Azealia, pero la profundidad y el cuidado detalle de las nuevas canciones de The Something Rain, el destacable nuevo trabajo de los de Nottingham, hicieron que el cambio de ritmo mereciera la pena.
Two Door Cinema Club era el gran atractivo del día. Estupendos la verdad, si no fueran capaces de repetir la misma canción veinte veces. Idéntica guitarra, idéntico teclado saltarín, y cambios únicamente en cuanto a la velocidad, allegro, allegrissimo y allegrissimo hooligan. Con esto y poco más, emperadores, (léase Kaiser Chiefs, Maxïmo Park & CO).
De los Raveonettes tengo poco que decir. Aquello no es que sonara a lata, era lo siguiente en cuanto a envases derivados del metal. Y encima a oscuras. Gracias de parte de todos los fotógrafos al que programó las luces.
Para el final La Casa Azul, tan milimetrado como resultón. Guille Milkyway y su poperismo sin complejos con miles de fans bailando sin parar. Quien le critique no tiene argumento alguno.
Para quien no pueda ver flash: aquí.
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Escrito por Iñaki Espejo-Saavedra el 23 June, 2012
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