Primer día del Bilbao BBK Live y muy buenas noticias. Será por culpa de Coldplay y la tristemente cancelada Amy Winehouse, o quizás porque Last Tour International ha conseguido equilibrar un cartel que otras veces desatendía lo mediano, pero lo cierto es que algo ha cambiado en esta edición y por fin podemos decir que Bilbao tiene un gran festival. Se nota en la ciudad, por primera vez en la historia del festival, sin un plaza libre de hotel. Y sobre todo, se ve en un Kobetamendi más colorido que nunca, lleno de extranjeros y gente del resto de España, y repleto de muñecas con abonos para todo el fin de semana.
Según los datos de la organización ayer la entrada fue de 37.500 personas, una cifra importante (prácticamente dimensiones de Primavera Sound), que puso a prueba y saturó en varios momentos la infraestructura del festival. Por ejemplo, en cuanto a accesos a Kobetamendi, y eso que la gente tuvo en cuenta las recomendaciones de la organización y no esperó al último momento para coger el autobús. Sin embargo, desde las 6 y media, las colas, aunque fluidas, eran significativas. Afortunadamente, el servicio de transporte trabajó a destajo y no creo que nadie pueda decir que se quedó sin ver a Coldplay. Otro tema que se colapsó durante un buen rato fue el de los baños, sobre todo para las mujeres. Aquí las colas, aunque coyunturales, sí que fueron molestas.
En cuanto al resto de cuestiones de organización, como ya es habitual en los eventos de Last Tour, ningún problema. Tickets, barras y puestos de comida abundan y funcionan como un reloj. La única pega que pondría es el precio de las consumiciones. Siete euros un katxi de cerveza o tres un vaso, salvo que cobres en libras, con los tiempos que corren es una pasada. A pesar de todo, se nota que estamos en Bilbao porque el alcohol fluyó a mansalva. Por último, y aunque no tiene que ver con la organzición del festival y ha ocurrido ya en otros eventos, tendrían que reforzar la cobertura de datos de las operadoras. En los tiempos del BB Messenger, Whatsapp o Twitter, quedarse media noche sin tan siquiera GPRS es una faena.
¿Y la música? Allá vamos.
Nosotros viajábamos desde Madrid (el autobús por cierto lleno de festivaleros), así que llegamos para ver a Russian Red. La madrileña no se prodiga demasiado por estos lares, así que el público tenía muchas ganas de disfrutar de sus nuevas canciones. Lourdes, más rodada que la última vez que la vimos (El Día de la Música), respondió con un elegante concierto y terminó emocionada por la cálida acogida y por haber tocado “en el escenario más grande y ante el mayor número de gente de mi vida”.
The Twilight Singers, el grupo que formó Greg Dulli cuando The Afghan Whigs se desintegraron, sirvieron de banda sonora perfecta para cenar y demostraron porque Greg tiene que estar siempre muy arriba en cualquier lista de lo mejor de los 90.
Mucha gente también prescindió del escenario de The Twilight Singers para coger un buen sitio para Beady Eye porque, casi media hora ante del concierto, la mejor parte del escenario ya estaba llena. Por supuesto, Liam no decepcionó a sus fans. Salió al escenario con pelo largo, imprescindible parka (aunque toque a 40 grados), y la misma actitud de cínico desprecio (dedicó un tema a Noel) que viste de entretenimiento cualquiera de sus actuaciones. Sin rastro de Oasis salvo en la magnífica formación que acompaña al pequeño de los Gallagher, es una pena que por mucho que se empeñe Liam a Beady Eye les falten canciones. A pesar de todo, destacó la potencia de “The Roller” o “Bring The Light” y la delicadeza de “The Morning Son”.
Tras los británicos, el que para muchos era el concierto del festival por encima de Coldplay, un pedazo de la historia viva de la música popular, Blondie. Debbie Harry, Chris Stein y los suyos estuvieron a la altura de su leyenda. Prescindiendo del menor Panic Of Girls (2010), los neoyorquinos ofrecieron una auténtica colección de grandes éxitos de un grupo que ha firmado alguna de las mejores canciones de todos los tiempos. Así, “Atomic”, “Calla me” (enlazada con la prescindible “Maria”), “Heart of glass” o “One way or another”, enloquecieron a los fans que, comandados por un poseído Mario Vaquerizo en primerísima fila, bailaron, corearon y hasta hicieron pogos. Mención especial a Debbie y sus 66 años cumplidos hace justo una semana. Canta como hace 30 años y, aunque ya no puede bailar igual, lo intenta como si por ella no pasaran los años. Muy grande.
Y por fin Coldplay, el gran grupo del festival y responsable de buena parte de las 37.500 personas que llenaban Kobetamendi. Con una puesta en escena bastante amable, colorista, y alejada de los tintes militares que últimamente les caracterizaban, los británicos dejaron claro desde el principio que aquello iba a ser una gran noche. Comenzaron con contundencia estrenando tema nuevo, el festivo e inocentón “Hurts like heaven”, al que siguieron “Yelow” (muy celebrada), y el primer momento Mika de la noche, “In My Place” con miles de mariposas de papel volando y miles de jóvenes féminas y cumplidores parejas emocionándose al únisono. “Major Minus” (¿es una versión de U2?) y “Lost!” con unas bolas gigantes saltando entre el público (de nuevo Mika) siguieron inyectando miel a toda velocidad, hasta que llegó el momento de parar un poco y tirar de medios tiempos porque aquello podía terminar con medio festival femenino asaltando el escenario en busca de un Chris Martin que estuvo tan saltarían como encantador (habló varias veces en euskera, dedicó una canción a Russian Red y Blondie, dió las gracias un millón de veces…).
En esta fase, solo apta para fans y enamorados, sonaron “The Scientist”, “Us Against the World” o “Politik” que por fin dió paso a algo de ritmo con la grandilocuente y coreadísima “Viva la vida”. Con el público entregado, Coldplay prefirió esperar para rematar y volvió a las baladas con “Charlie Brown” o “Life Is For Living” y por fin sacó la artillería para provocar el delirio con “Clocks”, “Fix you” y la que todo el mundo ya corea con el estribillo “El ritmo de la noche”, “Every teardrop is a waterfall”.
Mientras la mayor parte de los asistentes al primer día del festival bajaban a dormir pensando en lo bonita que es la vida, el reverso oscuro de la música que representa Coldplay esperaba en el otro escenario armado con sintetizadores y consolas de 8 bits. Ante unos pocos elegidos con ganas de enloquecer, Crystal Castles, ofrecieron la mejor actuación que yo les haya visto hasta la fecha. A pesar de comenzar con bastantes problemas de sonido (tuvieron que repetir la primera canción y cambiar dos veces de micro), Alice Glass, más en forma que nunca, dio un recital de entrega y actitud galvanizando los ritmos que soltaba sin piedad Ethan Kath desde sus máquinas y llegando a saltar hasta cuatro veces al público. Bilbao, con ganas de Crystal Castles desde que tuvieron que cancelar por la rotura de tobillo que Alice sufrió en La Riviera de Madrid, recibió a los canadienses como lo que son, los nuevos mesías de la electrónica, y no paró de bailar desde el primer bit al último.
Más fotos:
Más información:
Trackbacks/Pingbacks
[…] Siento que me haya salido una crónica tan personal, pero ya sabéis que esto es MISTEORIAS. Para algo más pro, os recomiendo los artículos de Surfer Rosa (a los que he tomado prestada alguna que otra foto) para cada uno de los días: jueves, viernes y sábado. […]