Denostado por todos aquellos que consideran el pop edulcorado o naif como un estilo menor, parece que Guille Milkyway se ha empeñado en que segundo largo deje sin argumentos a cualquiera de sus detractores. Y no lo ha hecho cambiando su sonido u olvidando sus coloristas señas de identidad, sino simplemente dando una verdadera lección de como mezclar de manera redonda estribillo y melodías, dos elementos fundamentales para obtener canciones pop a prueba de prejuicios.
La revolución sexual, como ya lo fueran anteriormente El sonido efervescente de La Casa Azul o Tan simple como el amor, es un nuevo collage sonoro en el que esta vez comparten espacio con total naturalidad, doo wop de los 50 con bubblegum sesentero, technopop con eurodisco o Shibuya-kei (pop del famoso distrito de Tokio), con los mejores años del sello A&M.
Completamente adictivo desde la primera escucha, el disco está formado mayoritariamente por hit bailables a menudo prologados por samplers (“El ritmo de la noche” o “Living on a video”), y llenos de guiños al completísimo universo musical que sirve a Guille como referencia. Pero fuera de las evidentes y hedonistas, “La revolución sexual”, “No más Myolastán” o “Esta noche sólo cantan para mí”, también hay cierto espacio para temas en los que las emociones cobran cierto dramatismo, “El tiempo pasará y poco a poco iré encontrando una salida, aunque ahora no consiga mucho más” (“Mis nostálgicas manías”), o se vuelven contagiosamente optimistas e incluso inolvidables “El momento más feliz es cuando llegas a casa y me besas y hablamos” (“El momento más feliz”).
Tan simple como efectivo, sin duda otro paso adelante en una carrera que, a base de personalidad, coherencia y talento, discurre firme e imparable hacia la cima de un pop que ya no conoce fronteras.
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Escrito por Iñaki Espejo-Saavedra el 14 March, 2008
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